El mar en septiembre es así. Generoso antes que nada. Da lo mejor de sí mismo, y parece que encuentra la complicidad del sol y de la naturaleza de su entorno. No sé si alguna vez te has fijado en sus colores. En septiembre son más cálidos. La luz es más suave y los contornos de las cosas están más definidos.
El aire es fresco, no estás distraído por el calor más abrasador que interrumpe en las emociones. A pesar que los días comienzan a acortarse, los pequeños momentos que puedo robar para ir al mar, los vivo con más intensidad.
Septiembre me acompaña en el camino hacia el otoño. Y hace menos difícil la dura transición del calor al frío. Septiembre es un mes muy especial. Y mientras escribo este post, pienso que hoy es sábado y que fuera hay un hermoso sol. Está bien. En este punto, no tengo más excusas..